Tengo las manos abiertas
vengo ofreciendo la sangre que brota de ellas
con mis manos no sólo rocé espinas hambrientas
también tomé el hilo de voz y tu boca sonó
precisamente al otro lado
el dieciocho de julio se iba poco a poco
has venido a regresarme
a recodar los peldaños
a sembrar mi silencio con múltiples telegramas
a hacer ruido intenso
a retomar el mano a mano que desatamos.
El día dieciocho de julio se iba. Pasó por delante de mis narices. Aún dió tiempo para que lo menos esperado sucediera. Y entonces la caja de Pandora, esa donde encerramos los vientos, recién se abre. Recibes una llamada y despiertas aceleradamente. Es la segunda parte de aquella entrevista. De aquel poema recordatorio de que algo siempre va creciendo. Recién leyendo a José Hierro.
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